Tenés que tener cierta edad para saber y comprender que fue la saga de Martes 13. Digamos que la primera rodada en 1980 por Sean S.Cunningham fue un film Clase B iniciador de un estilo imitado hasta el hartazgo por miles de cintas de terror con enfoque adolescente. Como el Carrie de Brian de Palma que dio origen al doble final inesperado del cual se hizo uso y abuso a posteriori o el Duro de matar de John Mc Tiernan que reinventó un estilo de acción también influencia de miles de trozos de celuloide, Martes 13 (o Friday the 13th, tal el título original) crea un esquema básico y sencillo que se basa en un grupo de varios pibes bastante pelotudos (engreídos, nerds, idiotas, hay varios estereotipos), unas minitas sumamente trolas (salvo la que le va a hacer frente al mortal asesino), mucha cerveza, diálogos descerebrados, diversión desenfrenada, sexo infaltable y la presencia de Jason Voorhees (ningún pariente lejano de Jorge Luis Borges, no no no…) que, salvo en la primer película en la cual es la madre quien se ocupa de los menesteres sangrientos, se encargará de una vendetta que constará de apilarse individualmente a cada uno de estos visitantes del Lago Cristal de las mas diversas formas; los asesinatos de Jason eran lo mas divertido y esperado de la hora y media de historia. Y te cagabas en las patas. Era un terror simple, con un gore casi infantil si lo comparás con las actuales La masacre de Texas (el inicio), Hostel o Halloween el comienzo, pero efectivo y bastante fuerte para esos jóvenes ochentas.
Lo que en aquella década era perdonable por lo kitsch y simpático hoy, a casi 30 años de ese origen, resulta patético e intolerable. Los diálogos tontuelos ahora son fervientemente idiotas, la inocencia del guión ahora muta en vacío conceptual y de ideas y las situaciones de encuentro de los futuros fiambres con el hombre de la máscara de hockey son forzadas en extremo y provocan vergüenza ajena. Hasta el bueno de Jason ya no es un torpe y deforme retardado mental que mata con su tranco pesado casi sin saber por qué; ahora es un atleta que corre como Carl Lewis, nada como José Meolans y maneja el arco y la flecha como Robin Hood, además de planificar sus decesos como un estratega del ajedrez. Es cualquiera. Los protagonistas son todos casi perfectos físicamente, producto de algún casting de agencia de modelos, pero ineficientes a la hora de provocarte alguna emoción a lo largo de los 97 aburridos minutos de metraje.
Si viste de pendejo alguna de las primeras 4 (para mí lo rescatable de la saga) creo que vas a sentir como yo un dejo de tristeza y estupor por la forma en que Hollywood se encarga de destruir uno a uno los personajes de nuestro pasado (incluyendo a las series de TV) en pos de unos dólares que los hagan sobrevivir en el naufragio de ideas en el que vive en el presente. Sería bueno que alguno de estos símbolos tomara forma de carne y hueso, se le apareciera en la cama e hiciera justicia por todos nosotros.

MARTES 13 (1980)





VIERNES 13 (2009)

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