Sabía que iba a sufrir ese decepcionante sentimiento cuando llegaran los títulos del final. Lo sabía. Pero igual la vi. Mejor dicho, la sufrí. Y llegó entonces ese fatídico momento en que sobrevoló mi resignado corazón, esa frase típica y deleznable que utilizan nuestros padres con el resultado negativo a la vista, habiéndote advertido sobre ello, a lo cual vos en un acto de soberbia no les habías dado bola: "¡Te lo dije!"
Wes Craven creó uno de esos personajes míticos que, a fuerza de aprobación masiva, se transforman en factorías y facturan y facturan hasta que quedan secos como una carilina en el desierto y pasan a ser irremediablemente desechables, ocupando un lugar en el tacho de basura de Hollywood, ante la inmisericorde mirada del productor de turno que piensa que otra fantástica figura nacida en la imaginación ajena pueda utilizar y destruir. Casi una metáfora sobre el mal uso que le damos al planeta. Y es que hace un tiempo largo que por los pagos del Norte no se les cae una idea nueva. Esta vez le tocó al pobre de Freddy Krueger.
En aquella A Nightmare on Elm Street de 1984, había una buena historia, una narración efectiva, una base actoral (el consolidado John Saxon, la promisoria Heather Langenkamp, el debut en la pantalla grande de Johnny Depp, la magnífica composición de Robert Englund) pero por sobre todas las cosas, un atrapante y poco utilizado concepto: ese de la sensación de inseguridad sobre la realidad o fantasía en el momento de vivir nuestros sueños.
Vos te preguntarás si vas a encontrar algo de todo lo que cité en esta innecesaria remake. Bueno: poco y nada. A la chatura del relato que provoca que no te preocupe en lo más mínimo lo que pueda sucederle a estos atribulados adolescentes, se le suma un distante y tradicional trámite interpretativo, únicamente roto por la inquietante (solo a veces) labor de Jackie Earle Haley en el rol del ahora pedófilo onírico hombre del suéter a rayas. A la estética videoclipera de Samuel Bayer se le agrega el uso exagerado de filtros, humo y una recargada fotografía que no permite diferenciar donde comienza o termina el mundo de los sueños.
El doble final ya a esta altura no sorprende a nadie y te podés retirar del cine 4 minutos antes sabiendo que el asesino va a aparecer aunque lo hayan reducido a polvo con una Juliana. Ah, y ese insoportable y ampuloso sonido que le ponen a un arma blanca, ya sea una peligrosísima espada o un inofensivo Tramontina... ¡¡Basta, por favor, basta!!
Lo triste de todo esto es que el hombre de la cara quemada tendrá otra denigrante secuela, miles de teenagers ávidos de sangre se harán eco de la propuesta, Michael Bay seguirá embolsando dólares y yo bajaré la película de la red. Y a pesar de lo que piense sobre ella, me sentaré en mi silloncito y la sufriré de punta a punta. Una verdadera pesadilla.

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