Ordenando cosas en mi inordenable pieza encontré unas revistas viejas. No pude evitar caer en la tentación de hojearlas y así se fue el resto de la tarde destinada a la transformación de este irredento paisaje de holocausto nuclear en un recinto habitable para un ser humano. Me sorprendí ensayando una sonrisa con este personaje entrañable del maestro Fontanarrosa y quise compartirlo con ustedes. Como siempre si no se ve clikeen en la imagen y hasta la abuela Elba sin los lentes va a poder leerlo. Para ahuyentar la mufa cotidiana, con ustedes...

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